viernes, 21 de marzo de 2014

Ser otoño

Soy como el otoño, dorado ocre, danzante, crujiente y templado.
Soy como el otoño, mi cuna fueron esas hojas secas amontonadas, confortables; hojas de muerte, de renovación, de vida. Hojas que aun hoy me sacudo cada tanto, para quedarme desnuda sucesivamente pero mejor que la vez anterior.
Soy como el otoño en esos días en que llueve pero no llueve, que refresca pero no refresca. En esos días en que los esqueletos de los árboles producen sombras tétricas o aquellos en los que la humedad del piso espera silenciosa jugarle una mala pasada a las suelas de zapatos ingenuos.
También tengo paisajes de otoño, esos que te hacen respirar profundo para sentir que entran por completo en tus venas o en tu memoria, esos que te empalagan porque ya no alcanzan los demás sentidos para seguir describiéndolos. Paisajes que logran que juegues como un niño, que des vueltas, caigas y vuelvas a levantarte.
Muchas veces, aunque parezca que no, florezco y tiño del algún osado color el pálido lienzo. Y no es menor este hecho, porque mi florecer lleva consigo muchas muertes de hojas, hojas que hoy forman esa cuna confortable para otro otoño.

jueves, 17 de enero de 2013

Libre.

Su mundo es como su imaginación se lo dice, esa combinación de olores, sabores y sensaciones que dan como resultado el paraíso mas ilógico  Ella camina y baila entre las cosas que no entiende ni quiere entender. Es observada, comentada, criticada, pero su sonrisa obliga al público a suicidarse en el vacío donde debería estar la explicación a por qué puede ser tan feliz.
Se viste sin saber qué es la moda, se arregla sabiendo qué es lo que le gusta, ama porque se siente digna de hacerlo. Ella escucha mas allá de las palabras, se conecta con el alma del mundo y lo usa como guía. Descifra los susurros y los silencios, conoce las verdades ocultas detrás de frases hechas y no hechas.
Cuando necesita ayuda la pide aunque acepta la ayuda que no necesita porque entiende que muchos necesitan ayudarla y no pretende romper la armonía de la vida.
En su oscuridad a veces llora porque cada lágrima acaricia su piel curando sus temores y dolores.

A ella la llaman ciega, aunque yo le digo LIBRE.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Ojos de gato.

La tormenta realmente no fue tan grave, lo curioso fue que dicho fenómeno se extendiera simultáneamente al mundo entero. Todo nublado, frío, ventoso, triste, despoblado por pánico, por debilidad; pero ciertamente no llovió mucho, es decir, la gente a esas alturas ya esperaba algún tipo de diluvio universal II.
Lo que sobrevino a ese extraño episodio fue mucho más que raro, tanto que podríamos decir que hasta ese momento de la historia de la humanidad no existía adjetivo calificativo para semejante hecho surrealista.
Cuando la señora R miró al cielo, cómo las nubes grises rápidamente iban abandonando lo alto, esfumándose hacia no sé dónde, vio que era de noche, noche negra con estrellas, aunque no pudo encontrar la luna. A cambio de eso se impactó al vislumbrar dos enormes ojos de gato, cada uno de un tamaño mucho mayor que el del sol. Se refregó los ojos una y mil veces, gritó, le bajo la presión, se tocó, se abofeteó, lloró y luego, observando cómo seguían parpadeando en lo alto los luceros, entró nuevamente a su casa para preparar la cena.
El señor A encendió el televisor para informarse acerca del fenómeno aquel que no cabía en el razonamiento de la gente, pero lo que escuchó entrecortado y con muchísimas interferencias fueron meras suposiciones, teorías sobre el fin del mundo, lecturas de libros religiosos, profecías, etc,etc. Apagó el aparato, encendió un cigarrillo y se recostó en su balcón a escuchar música.
N contuvo a su familia, la cual había entrado en shock al no poder explicar por qué dos grandes ojos, porque eran ojos con sus iris, pupilas, parpados negros que se camuflaban con el universo entero, por qué los observaba. Era Dios, era el demonio, era un gato, se preguntaban. Pero no hubo respuesta, los medios de comunicación quedaron obsoletos, pero mas obsoleto era lo que podían llegar a informar. Así que el señor N calmó a sus hijos, les contó historias hasta que se durmieron para luego tomarse de las manos con su mujer y resignarse a la nueva circunstancia.

Tres días sin brillar el sol, sin saber dónde estaba la estrella, tres días viendo parpadear a ese que nadie nunca supo quién fue. Tres días en los que la humanidad, luego de muchas preguntas sin respuesta siguió moviéndose como si nada, luego del gran pánico inicial.
Cuando todo volvió repentinamente a la normalidad, la señora R siguió cocinando, el señor A siguió fumando y N conteniendo a su familia. Todos los diarios e informativos publicaron sobre el inédito episodio pero solo fue eso, nunca hubo explicación científica alguna. La gente no fue ni peor ni mejor luego de eso y al pasar los años ya nadie recordaba lo ocurrido.
El señor P se sintió nada frente a la gran incertidumbre de la vida y escribió al respecto.

lunes, 22 de febrero de 2010

Mi media naranja.

No soy nada pero soy todo, soy lo que quiero y lo que no quiero, somos lo mismo aunque no te tengo, somos de lo mismo aunque no se percibe igual.
Fluimos, nos intercambiamos, nos respiramos, fusionamos, fundimos y sin embargo pienso que estas lejos, te pienso fuera, distinto.
Mi aliento es tu suspiro y tus lágrimas calman mi sed, tu mirada es solo otra de las tantas vibraciones que me transpasan pero comprendo que no es como cualquiera. Tu energía atrae la mía, la distorsiona, la penetra, la atraviesa; tenés esa capacidad, cambiás mi color, mi forma, mi carácter, mi olor y sé que tenemos lo mismo pero hay algo mas, algo que no se ve encapsulado en mi forma. Eso que tengo encerrado fluye hacia vos y se funde con lo q acaparaste. Ahora solo nos limita lo que creemos ser y que nunca fuimos desde que nos conocimos, solo nos limita lo que aprendimos a creer.
Siempre fuimos uno, siempre nos tuvimos, lejos o cerca, pudimos comunicarnos, esperarnos, buscarnos y ahora que estamos en el mismo lugar fortalecemos lo que siempre fuimos. Uno.

martes, 19 de enero de 2010

El robot que pensó. (cuento)

Había una vez, como de costumbre, una mujer aburrida e insatisfecha, pero bastante inteligente, experta en mecánica y en el arte de demostrarse católica.
Sola pasaba los días esperando que su marido regresara de trabajar, luego esperando que se relajara y comiera, más tarde también esperaba que él terminara de dormir pero nunca llegaba. Se cansó tanto como para idear un proyecto que le cambiaría la vida.
Cuando despertó Raquel esa mañana fue corriendo a comprar muchos y diversos materiales, abrió sus empolvados libros y se dispuso a construir robots...robots de compañía. Tras su laborioso día emergieron tres criaturas divinas, serviciales, eficaces y útiles a los cuales mareó con historias sobre lo buena persona que ella había sido durante todos esos años (para qué ser bueno si no lo podés contar, no?), les dio directivas sobre sus debidos comportamientos, les enseño a acatar sus órdenes, etc.
Años más tarde, aquellos tiernos aparatos llamaron la atención de todo el barrio, especialmente la de los niños, quienes visitaban la casa un par de veces al mes para experimentar relacionarse con esos espectaculares inventos.
Carol, una de las niñas de la cuadra, se encariñó bastante con el mayor de los robots, Aristóbulo. Éste la seguía a todas partes sirviéndola en sus necesidades, haciendo monerías para lograr una sonrisa en su lindo rostro humano. Tal fue la conexión entre ellos que él comenzó a elegir por sí mismo omitir órdenes de su creadora y realizar actividades que lo acercaban cada vez más a su amiguita.
La tarde en que Raquel se sentó en su sillón para disponerse a ver televisión, llamó a Aristóbulo para que le hiciera compañía y éste no respondió, lo llamó cinco veces pero siguió sin obtener respuesta. Rápidamente lo buscó pensando que se había descompuesto pero cuando lo encontró, él estaba contemplando una foto de Carol.
La determinante mujer intentó obligarlo a obedecer sus órdenes, pero el mayor de los robots contestó:" prefiero hacer ésto que ir a ver televisión".
La creadora se desveló tratando de solucionar el problema que veía en su invento: le cambió partes, desatornilló, atornilló, soldó, golpeó, reseteó, pero Aristóbulo nunca volvió a ser el mismo.
Los otros robots la ayudaron ,tirándole datos, a concluir que el problema había sido la influencia de Carol. No lo pensó dos veces y la eliminó de la faz de la tierra.

Nunca se supo por qué la creación más perfecta de Raquel un día empezó a pensar, a decidir, a sentir, tal vez sólo actuó el destino. Pero lo que sí se supo fue que la primera vez que Aristóbulo odió, fue a Raquel. Y se marchó, para volver a sentir amor.