sábado, 15 de diciembre de 2012

Ojos de gato.

La tormenta realmente no fue tan grave, lo curioso fue que dicho fenómeno se extendiera simultáneamente al mundo entero. Todo nublado, frío, ventoso, triste, despoblado por pánico, por debilidad; pero ciertamente no llovió mucho, es decir, la gente a esas alturas ya esperaba algún tipo de diluvio universal II.
Lo que sobrevino a ese extraño episodio fue mucho más que raro, tanto que podríamos decir que hasta ese momento de la historia de la humanidad no existía adjetivo calificativo para semejante hecho surrealista.
Cuando la señora R miró al cielo, cómo las nubes grises rápidamente iban abandonando lo alto, esfumándose hacia no sé dónde, vio que era de noche, noche negra con estrellas, aunque no pudo encontrar la luna. A cambio de eso se impactó al vislumbrar dos enormes ojos de gato, cada uno de un tamaño mucho mayor que el del sol. Se refregó los ojos una y mil veces, gritó, le bajo la presión, se tocó, se abofeteó, lloró y luego, observando cómo seguían parpadeando en lo alto los luceros, entró nuevamente a su casa para preparar la cena.
El señor A encendió el televisor para informarse acerca del fenómeno aquel que no cabía en el razonamiento de la gente, pero lo que escuchó entrecortado y con muchísimas interferencias fueron meras suposiciones, teorías sobre el fin del mundo, lecturas de libros religiosos, profecías, etc,etc. Apagó el aparato, encendió un cigarrillo y se recostó en su balcón a escuchar música.
N contuvo a su familia, la cual había entrado en shock al no poder explicar por qué dos grandes ojos, porque eran ojos con sus iris, pupilas, parpados negros que se camuflaban con el universo entero, por qué los observaba. Era Dios, era el demonio, era un gato, se preguntaban. Pero no hubo respuesta, los medios de comunicación quedaron obsoletos, pero mas obsoleto era lo que podían llegar a informar. Así que el señor N calmó a sus hijos, les contó historias hasta que se durmieron para luego tomarse de las manos con su mujer y resignarse a la nueva circunstancia.

Tres días sin brillar el sol, sin saber dónde estaba la estrella, tres días viendo parpadear a ese que nadie nunca supo quién fue. Tres días en los que la humanidad, luego de muchas preguntas sin respuesta siguió moviéndose como si nada, luego del gran pánico inicial.
Cuando todo volvió repentinamente a la normalidad, la señora R siguió cocinando, el señor A siguió fumando y N conteniendo a su familia. Todos los diarios e informativos publicaron sobre el inédito episodio pero solo fue eso, nunca hubo explicación científica alguna. La gente no fue ni peor ni mejor luego de eso y al pasar los años ya nadie recordaba lo ocurrido.
El señor P se sintió nada frente a la gran incertidumbre de la vida y escribió al respecto.

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